Llega el turno del escenario situado entre el público. Suena la armónica de Enrique en el comienzo de "La Herida" y, apenas interpretan "Héroe de Leyenda", Bunbury pide cinco minutos. Una inoportuna gripe al regresar de América lo tiene al borde del k.o., aerosol en mano, Bunbury y los suyos vuelven a escena. Su voz sigue funcionando.
Enrique se marchó ayer a El Puerto de Santa María (Cádiz), donde tiene fijada su residencia, a terminar de curar esa gripe que tan mal rato le hizo pasar en el estadio de La Romareda. Ya se sabe que la gripe son tres días de subida, uno de desespero y tres de bajada, pase lo que pase. Así que ya debe andar por la última fase.
Sus compañeros de banda han aprovechado este descanso para disfrutar de sus casas y de la compañía de sus familiares. En Zaragoza ha tenido mucho eco la aparición estelar de los hijos de Joaquín en el escenario y la cara de emoción de su padre, "el último indio cherokee del rock" según la presentación que hace Enrique a mitad de cada concierto de la gira.
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